Desde la historia que nos contaron de Adán y Eva en el paraíso, la prohibición a lo largo de la evolución humana, ha resultado siempre ser un atractivo.
En las diferentes relaciones interpersonales y dependiendo de las distintas etapas evolutivas y de desarrollo humano, las prohibiciones generan diferentes reacciones; cualquiera de ellas, contrarias a lo que pretende la prohibición, generando atracción hacia aquello que nos prohíben.
“El error estuvo en prohibir la manzana. Si hubiesen prohibido la serpiente, Adán se habría comido la serpiente.”
-Anónimo-
Para entender la psicología de la atracción ante las prohibiciones, es conveniente, entender la evolución psicológica desde la infancia, y a partir de ahí, conocer estrategias más eficaces para no generar atractivo ante lo que pretendemos prohibir.
En la infancia, el instinto de la curiosidad
Desde que somos niños, la curiosidad nos ha llevado a descubrir el mundo, a interesarnos por lo que nos rodea y a experimentar con cosas nuevas.
Esto, sin duda, forma parte del aprendizaje humano, desde la más tierna infancia.
Podríamos decir que es un instinto básico para aprender, crecer, madurar y por tanto, de supervivencia.
Por ello, nada ni nadie, puede impedir que desde la infancia nos guste explorar, experimentar en propia carne, y descubrir cosas nuevas.
En ésta etapa, la prohibición se convierte en una curiosidad muy fuerte, de conocer lo que hay más allá de lo conocido, y por tanto, se convierte en algo muy atractivo, difícilmente resistible.
En vez de prohibir, generar alternativas
Durante la infancia, lo que no se nombra, no existe, o al menos, no resulta interesante.
Si queremos conseguir que un niño no se acerque a algún lugar en concreto, lo conveniente será no insistirle en que no lo haga, sino generar alternativas hacia lo que sí queremos que haga, procurando generar atractivo y curiosidad hacia aquello que no resulta problemático.
La adolescencia, una cuestión de autoafirmación
En plena adolescencia, el joven necesita autoafirmarse en quien es, a la misma vez que se está conociendo y descubriendo a sí mismo.
Para ello, es una necesidad de esta etapa juvenil, diferenciarse de los patrones paternos, destacando sus propias ideas y definiendo su propio camino.
Este proceso se madura el carácter y la personalidad incipiente de la etapa infantil, y para ello, el joven necesita su propio espacio y tomar sus propias decisiones, para sentirse alguien claramente diferenciado de sus progenitores.
Ésta etapa, la prohibición es un motivo más para diferenciarse de los cánones inculcados desde pequeños, los cuales ahora no sirven, y por ello, se hace más atractivo lo prohibido, o lo que es lo mismo, aquello que nos diferenciará y reafirmará como alguien distinto y único.
En vez de prohibición, negociación
Cuando pretendamos que un adolescente no haga algo, será conveniente explicar y definir bien los motivos y los valores de ésa opción errónea.
Mostrando siempre respeto a su individualidad como persona, a su opinión y su decisión. Ya que, en muchos casos, es inevitable el aprendizaje a través del propio error.
Si es el caso, podríamos buscar llegar a un acuerdo, negociando desde ambas posturas, algo beneficioso para el adulto y el joven.
Y en cualquier caso, es importante tener en cuenta que un adolescente por mucho que se lo prohibamos, si lo quiere hacer, tiene muchas formas de conseguirlo, y que por ello, siempre será más conveniente un mal acuerdo que un conflicto con el consiguiente distanciamiento físico y emocional.
La libertad de ser adulto
La edad adulta, es la etapa de la libertad, la madurez, la responsabilidad y los compromisos.
Es donde el adulto decide su proyección en la vida libremente, independizándose de sus padres y tomando decisiones personales que marcarán su paso por la vida.
En este momento y en adelante, nadie tiene el derecho a decidir nuestra trayectoria, sólo corresponde al adulto hacerlo, conviniendo así el respeto de cuantas personas rodean al adulto.
Y en esta etapa, la prohibición genera rechazo hacia la persona que lo impone, y sin duda, atractivo hacia la prohibición, en un intento de demostrar al mundo que somos los dueños de nuestra vida, y que nada ni nadie puede ni debe decidir por nosotros.
En vez de prohibir, respetar
Cada adulto tiene derecho a decidir su vida, aunque se equivoque. Por ello, a las personas cercanas sólo les queda el respeto ante su decisión, si bien, pueden expresarle su opinión desde el respeto, sin prohibiciones, sin juzgar, sin amenazas ni reproches.
La prohibición, una opción atractiva
Ya que la prohibición genera todo tipo de sentimientos, actitudes o reacciones contrarias a lo que se pudiera pretender con ella, es obvio, que tenemos que aprender a expresarnos de otra forma, respetando el proceso evolutivo en el que se encuentra la otra persona.
Fuente
Lamenteesmaravillosa.com
Dolores Rizo