Cuando hablamos de «contagio» pensamos en la transmisión de virus o bacterias. Aunque también usamos el término para un «contagio» emocional, lo hacemos generalmente de una manera más débil o meramente metafórica. Creemos que somos completamente autónomos:mis emociones son resultado meramente de mis propios procesos psicológicos y fisiológicos.
Recientemente esto se ha puesto en entredicho, pues existe cada vez más información científica que sostiene que las emociones también son socialmente transmisibles y quizá través de mecanismos sutiles, que podrían incluir tanto fenómenos biológicos como psicológicos. Escribiendo para el sitio Psyche, el investigador Jack Andrews del University College de Londres presenta diversos casos que apuntan en la dirección del contagio emocional como un fenómeno real que puede estudiarse científicamente. Más aún, el contagio se produce especialmente entre adolescentes y jóvenes, lo cual es sumamente inquietante ya que, según Andrews, el 75% de las enfermedades mentales empiezan antes de los 24 años.
Uno de los estudios que los científicos citan para hacer este argumento empezó en 1948 en la ciudad de Framingham, Massachusetts. Fue un estudio a lo largo de varias décadas durante las cuales se midieron los problemas cardiacos de las personas involucradas pero que recopiló mucha otra información, incluyendo síntomas de depresión e información sobre familiares y amistades de cada uno de los participantes. Los investigadores pudieron establecer los círculos sociales de las personas y notaron que había círculos con mayor tendencia a la depresión. De manera interesante, también notaron lo que podemos llamar círculos sociales de felicidad. Por supuesto, los científicos consideraron la posibilidad de que simplemente las personas depresivas o alegres tuvieran la tendencia de pasar más tiempo juntos. Eliminaron estas posibilidades rastreando los cambios de humor a lo lago del tiempo y los cotejaron con los estados mentales al principio del estudio. En resumen, los investigadores creyeron observar algo que, por otro lado, resulta obvio: el estado de ánimo de una persona se ve afectado por aquellos con los que está.
Los resultados acumulados en otros estudios, según Andrews, señalan que la felicidad es incluso más contagiosa que la depresión. Algo que puede demostrarse con una sencilla prueba en la que varias personas escuchan risas de felicidad y gritos de terror. El solo hecho de escuchar estas risas altera regiones del cerebro y produce emociones positivas de una manera más intensa que en la otra situación.
En otro estudio citado por Andrews se observó que entre los adolescentes, tener amigos que regularmente experimentan sensaciones de felicidad puede reducir la depresión de otros adolescentes dentro de cierto grupo social. Uno se vuelve como sus amigos, por decirlo de otra forma. La transmisión de estados emocionales también se ha notado en experimentos en Facebok, incluyendo uno controversial en 2014, en el que usuarios en Australia vieron alterado el contenido de sus newsfeeds de tal manera que les apareció más contenido negativo. Cuando esto pasó, ellos respondieron de igual manera, subiendo más contenido negativo y menos contenido positivo.
En otra investigación realizada en Facebook se encontró que las personas suben contenido más negativo cuando hay días lluviosos asociados con «mal clima». Lo interesante fue que durante esos días, también las personas dentro de los mismos círculos de amigos, pero en ciudades distintas, con otro clima, respondieron de la misma manera.
Andrews señala que existen diversas teorías para explicar los mecanismos de contagio emocional. Una muy sencilla y evidente es la llamada «activación»: respondemos biológicamente a los rostros y cuerpos que comunican ciertas emociones. Hay una cierta empatía o resonancia. Asimismo, en ciertos casos, las personas usan las respuestas emocionales de otras personas como guías de sus propias respuestas. Sin embargo, esto no explica otro tipo de contagios, como aquellos en los cuales no hay interacción directa. Otra explicación es la que se llama «co-rumination», la cual ocurre cuando se comparten los pensamientos negativos, específicamente la sensación de frustración o la naturaleza insoluble de un problema. Casos así podrían ser una forma de contagiar ansiedad o depresión. Escribiendo en otro contexto, pero de manera relevante aquí, el escritor francés René Girard hizo énfasis en que el ser humano es esencialmente un animal mimético.
Otra teoría es más sorprendente y parece trazar una causa física para los contagios de emociones. Andrews cita un estudio de 2012 realizado en Holanda en el que un grupo de mujeres inhalaron el sudor de hombres que habían visto películas de terror o asco y reaccionaron de manera similar, presentando rasgos asociados con terror o asco según el sudor que habían inhalado. Estosugiere, de acuerdo con Andrews, que algunas
emociones podrían transmitirse a través de la nariz, como ocurre con un virus.
En los últimos años hemos visto en muchos lugares del mundo un incremento de las enfermedades mentales, particularmente entre adolescentes y jóvenes. Quizá este entendimiento de las emociones también como fenómenos infecciosos podría ayudar a explicar estos sucesos y, a la vez, avalar nuevas estrategias para el tratamiento.
Fuente Pijamasurf Salud